"Curanipe, navegando en el tiempo"
(El arca maulina del padre Samuel Jofré Rojas)

miércoles, 20 de junio de 2007

Leyendas e Historias de la Provincia de Cauquenes


"Tregualemu"
(Bosque de los perros)


Leyendas e Historias de la Provincia de Cauquenes

(Recopilaciones)

Cuarta Edición Ampliada

Alejandro Medel Vega
Profesor Primario
Año 2006

PRESENTACIÓN

Esta una nueva edición de “Historias y Leyendas de la Provincia de Cauquenes”, las que lo reiteramos una vez más, son recopilaciones que hemos hecho a lo largo de los muchos años que llevamos en estos esfuerzos de “nadar en contra de la corriente” en el afán de preservar aunque sea mínimas porciones de la rica tradición y cultura local, ha sido concretada gracias a la generosa y valorada participación -en lo que a financiamiento se refiere- de las tres municipalidades de nuestra Provincia, como son las de Chanco, Pelluhue y Cauquenes, quienes han entregado de una forma u otra el apoyo para hacer realidad esta iniciativa*.

La prioritaria aspiración que tenemos con estas “recopilaciones”, no es otra que el compartirlas con nuestros colegas profesores, a los que dedico y entrego este trabajo a fin de que ellos en su doble rol de receptores y transmisores, continúen en su labor docente en la senda de preservar el conocimiento del pasado a través de sus alumnos y alumnas para así proyectarlo hacia el futuro.

Pero como los “hombres solitarios” no existen, sino que cada uno de nosotros somos parte de un todo; con especial afecto hago partícipe de este trabajo al microcentro “Los Renovados”, integrado por los sacrificados docentes rurales del territorio sur oeste de la comuna de Cauquenes, quienes me han aceptado fraternal y solidariamente como uno de los suyos desde el pasado año, una vez logré mi traslado desde la ciudad al campo, para reencontrarme con mis vivencias y raíces de infancia, las que constituyen el más preciado legado de mis progenitores.

Alejandro Medel Vega
Profesor Normalista
Cauquenes, marzo de 2006.

*El autor se refiere a la edición original en papel desde donde se extrajo este escrito.


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* Leyenda de la Laguna del Name
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* La leyenda del barco “John Elder”
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* El Repatriado
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* El Cristo del Espino
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* Los brujos de Chovellén y otros temas afines

"Los apuntes del cura Samuel Jofré Rojas"

(Extraído de ´Leyendas e Historias Locales de la Provincia de Cauquenes´, recopilaciones del profesor normalista Alejandro Medel Vega, marzo del 2006)

Aunque se le recuerda como “cura de Curanipe”, el padre Samuel Jofré Rojas, allá por el año 1976 puso término a “sus apuntes”, que son el más valioso estudio y recopilación histórica, de Chanco y sus alrededores.

Lamentablemente son menos que más, los habitantes locales que han tenido la ocasión y satisfacción de conocer y valorar este documento que debería ser texto de consulta permanente no solamente para los estudiantes, sino que para todos los hijos de este rincón del mundo que de seguro, si conocen y saben más de la historia de estos lugares, más van a quererla y a protegerla.

Don Ramón Novoa Aravena (q.e.p.d.) nos hizo el obsequio alguna vez de estos “apuntes”, que en su presentación inicial, el autor (el cura Jofré Rojas) fundamenta su elaboración así:”

PALABRAS DEL PADRE SAMUEL JOFRÉ ROJAS, HISTORIADOR MAULINO

“Me he propuesto hacer estos apuntes sobre el pueblo de Chanco y sobre los lugares poblados de su departamento movido por variados motivos.

DESDE luego, ha sido una lástima el que sus hijos ignoren lo bello de su historia, que ha tenido altos y bajos, sus horas de dolor y alegría, de derrotas y de triunfos, de temores y de esperanzas: a la invasión de los Incas, se le oponen los Cacicados de Luanco, Chanco y Reloca; a la invasión de arenas y dunas, se coloca un inmenso muro de bosques; ante el peligro de ver terminado el ´Pueblo Antiguo´, se levanta el ´Pueblo Nuevo´.

ADEMÁS la imagen de la Virgen María que hoy se venera en su Santuario y que fue venerada por indios y españoles y por nueve creyentes caciques y que pronto estará de cumpleaños. Es una imagen de un pueblo del sur; tal vez de Concepción o de Chillán, si no es que ha venido desde La Imperial; imagen que conoció en su caminata muchos lugares de la costa, la que en manos españolas cabalgaba a paso lento en el cabezal de la montura, cuando no había peligro; acompañada de una caravana de fugitivos y de algunos indios; a ratos galopando, para llegar pronto a su destino o en desesperada carrera, debajo de un brazo, carrera de vida o muerte, perseguida por indios indómitos que querían hacer volver a los conquistadores a España; quemando sus ciudades, destruyendo sus sembrados y viñedos y tomándolos prisioneros para sentenciarlos a muerte inmediata. ¡Sálvanos!, ¡Virgen de las Victorias! Dirían los españoles mientras las señoras, niñas e indias partientes que acompañaban, llorando gemirían: ¡Virgencita!, Virgencita del Rosario, ¡sálvanos! Mientras las flechas silbarían por sobre sus cabezas y todos agachaditos, con la imagen de la Virgen adelante, huían como en la peor de las derrotas.

La imagen de María llegó por fin a Chanco, al Chanco tranquilo de los picunches (´gente del norte´ en mapudungún), refugio de españoles, donde los juiciosos vivían en paz con los indígenas, donde la tierra era incansablemente fértil: la caravana se detuvo, allí quedó. No estaba permitido pasar el río Maule y por lo tato, ya no podrían llegar ni a Santiago, ni al norte, ni al Perú; pero no importaba, pues ya estaban a salvo. El Templo de Chanco estaría cerrado, pues el padre cura venía a lo lejos; por eso, resolvieron dejar la imagen en el boldo de la Iglesia.

Esto sucedió antes de 1737 y es el primer gran milagro de Nuestra Señora, hecho en su definitiva sede de Chanco y será su cumpleaños 240 que resida en estas tierras.

COMO SE HA IGNORADO la historia del Maule, se ha suprimido por dos veces el Departamento de Chanco; de todos modos a la larga, poco ha importado, porque los gobiernos pasan y el Maule queda. Chanco lo siente, porque fue quien recibiera al antiguo español que no podía subsistir ni conservar su vida en el sur; porque Arauco no les concedió la paz, sino guerra de exterminio; fue quien recibiera al español que tampoco podía volver ni al Perú, ni al norte, ni a Santiago, porque la Corona lo había prohibido terminantemente.

¿Acaso no lo sabrán esto los Arce, los Bascur, los Benavides, Barrios y Bascuñan; los Cuevas, los Cortés (que vinieron de Coquimbo), los Corral (no me refiero a los Corral traídos del departamento de Ovalle por el cura Artigues), los Correa y Carreras, no estarán en conocimiento de estas repetidas injusticias?

De acá son los de la Parra, de la Vega, de la Peña, de la Torre, de los Reyes, de la Jara, de la Serna, del Pozo, de la Rivera y los de Aguirre. Los Fontecilla, los Farías, Huerta, Lagos y Lira, como los Lisana y los Letelier tuvieron su permanencia por largos años en esta tierra. Que recuerden los Mendoza, los Mora, Mesa, Montero, Macaya, Merino y Marín que son de Chanco, como los Novoa, Olivera y Oñate. Mucho esperamos de los Pernos, Pinochet, Palacios, Portillo y Plasencia; de los Ramos, Riera y Riveros en bien de la región.

Los Salinas, Silva, Simonte, Ursúa y Urrutia, a lo mejor ignoran que son deudores del Maule, junto con los Varas, Valenzuela, Verdugo, Valladares, Villagra y Zañartu. Estas familias son deudoras de gratitud, junto con muchas otras, ya que Chanco tuvo más de cuatrocientos apellidos distintos de españoles, a los que dio cariñoso hospedaje y ricas tierras. Que vengan a conocer la tierra de sus antepasados y que sumen sus influencias para pagar tanta bondad.

EN ESTE AÑO de 1976, en que daré por terminado mi presente trabajo, se celebrará el año Franciscano. Será el año de Francisco de Asís, patrono y fundador de los religiosos que adoctrinaron a los habitantes de estas tierras, luchando contra la idolatría del indio y la ambición y dureza de muchos encomenderos, contra la intromisión del poder civil en los asuntos religiosos y hasta contra la mala fe de algunos gobernadores o jefes de la Real Audiencia, luchando contra los malos caminos, con las largas distancias, con la dificultas del idioma, los terremotos e inclemencias del tiempo. Estos franciscanos, desde el Hospicio de Unihue, el que después fue parroquia y por último sólo convento, evangelizaron a estas tierras desde 1663 hasta el año 1801. A ellos dedico mis investigaciones y el original de estos apuntes es para el Museo Franciscano de Chillán”

El Pozo de Oro

Familia Jullian a comienzos del siglo XX
(Extraído de ´Leyendas e Historias Locales de la Provincia de Cauquenes´, recopilaciones del profesor normalista Alejandro Medel Vega, marzo del 2006)


En un pintoresco paraje de los muchos que existen en nuestra región costera, ubicado éste a tres kilómetros del pueblo de Pelluhue y entre peñascos y una vegetación exuberante, brota el agua en musical cascada para ir a caer luego en un pozo de encantador aspecto al que se le conoce con el nombre del “Pozo de Oro”.

Hermosas flores y matorrales crecen a su alrededor, mientras espesos bosques oscurecen a sus caminos, tanto así que difícilmente puedan encontrarse.

Cuenta la leyenda, que una bella y graciosa niña de rubios cabellos logró llegar hasta el pozo en busca de una de sus flores; como la que tomó era de maravillosa y mágica naturaleza la adormeció con su aroma y cubriéndola con sus pétalos fue hundiéndola en el agua en donde quedó convertida en sirena.

Cuentan los antiguos que cuando los rayos del sol logran filtrarse a través de la espesura, aparece entonces en las orillas del pozo y sentada sobre las piedras, la niña-sirena peinando tranquilamente sus hermosos cabellos los que caen por su espalda, mientras su figura se refleja en las cristalinas aguas.

Muchos han intentado ver a la niña y coger la flor mágica que ella posee, mas aquellos que logran extasiarse con su visión fantástica, no podrá volver a relatarla, pues el pozo severo guardián de la sirena y sus tesoros, los atrae irremediablemente hasta sus aguas haciéndolos perecer ahogados.

A lo largo de los años -y especialmente en la época veraniega- muchos son los que habrían sido víctimas, incluso hasta hoy, de su encanto.

LA LEYENDA SE DIFUNDE A CHILE

Esta leyenda inspiró a un compositor chileno para crear un ballet que tuvo destacada distinción en un concurso de carácter nacional, así lo señala la ahora desaparecida “Guía Turística de Ferrocarriles del Estado”, correspondiente a la edición del año 1956.

La leyenda de la aldea de Pelluhue




En las tardes tristes y tormentosas de Pelluhue, los pescadores recuerdan esta leyenda:

“Vivía allí Curi-Cavern (Espino Negro), indio pescador, casado con una indiecita bella y hacendosa. La felicidad que siempre los acompaño fue mucho mayor cuando nació una hija a la que llamaron Rayen-Caven (Flor de Espino).

Pero un día esta dicha se vio perturbada con la muerte de su esposa, quedando la pequeña y hermosa niña, triste y desamparada; pues su padre tenía que ausentarse por largas jornadas en busca del sustento.

Pasaron algunos años y Rayen-Caven sufría mucho en su solitaria vida de niña huérfana de madre. Hasta que un día apareció Layquén-Ghuelmen (Jefe del Mar), una especie de genio marino, quien le propuso al padre criar a la niña hasta que cumpliese los 20 años, pero exigiendo como pago que en el día de ese cumpleaños debería casarse con él.

Obligado por su desamparo y debido a que la niña recién era una pequeña, su padre Curi-Caven aceptó la proposición de Layquén-Ghuelmen pensando que faltaban aún muchos años para que esto ocurriese. La niña siguió creciendo feliz y contenta, en tanto que su padre podía pescar tranquilamente y sin preocupación.

Pero como no hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague, la niña se fue transformando de a pocos en una hermosa mujer, convirtiéndose en la atracción de los jóvenes de la aldea.

Muchos fueron los pretendientes que intentaron conquistar su corazón, entre éstos, un joven llamado Necul-Ñaiqui (Gato Veloz), el que se prendó de ella y al ser correspondido le propuso hacerla su esposa.

Ante este romance pletórico de amor recíproco, el padre de Rayen-Caven no pudo darle el consentimiento como habría sido su deseo más profundo, pues el compromiso secreto que había contraído con Layquén-Ghuelmen se lo impedía. Sin embargo, en su interior cifraba la oculta esperanza de que éste se olvidase de su antigua petición y pudiera así su hija tomar por marido al que verdaderamente amaba y el que de seguro la haría feliz.

Layquén-Ghuelmen en cambio había contabilizado con la mayor precisión los años, los meses y los días transcurridos, siendo así que una semana antes de cumplirse el plazo, hizo su aparición por la aldea recordándole a Curi-Caven el pacto existente y su exigencia de cumplimiento.

El pobre y atormentado pescador creyó morir de pena cuando llamó a su ilusionada hija y a su novio para explicarles la causa que hacía imposible el que llegaran a convertirse en marido y mujer.

Rayen-Caven, destrozada ante tal relato de su padre, como buena hija, inclinó levemente su cabeza en señal de resignación. Ncul-Ñaiqui en cambio, no se conformó ni aceptó tan injusto como cruel anuncio; con la resolución propia de los enamorados, juró defender a su amada hasta las últimas consecuencias y desde ese instante no aceptó separarse de su lado ni un segundo. Si llegaba Layquén-Ghuelmen, allí estaría él para enfrentarlo.

Faltando seis días para que se cumpliese el plazo fatal y saliendo Curi-Caven como de costumbre a pescar, su hija y su novio con las manos entrelazadas quedaron silenciosos y apesadumbrados en el interior de la choza esperando la aparición de Layquén-Ghuelmen.

Nunca se supo si Necul-Ñaiqui se enfrentó con su poderoso rival, porque cuando estaba a su acecho, se desencadenó un ventarrón inexplicable... Nubes de arena y espantosos remolinos formaron montañas de ésta, las que avanzando implacables comenzaron a cubrir la aldea. Rugió la tormenta por varias horas, alcanzando a Curi-Caven y a los demás pescadores que se encontraba en plena faena mar adentro.

Cuando consiguió eludir el peligro de las gigantescas olas y recalando en la playa rápidamente se encaminó al lugar en donde se encontraba su choza, no pudiendo hallarla. Las dunas habían sepultado a la pareja de enamorados, víctimas de la ira del soberbio Layquén-Ghuelmén.”

La “Geografía Descriptiva de la República de Chile”, cuarta edición del año 1897 de la cual es autor don Enrique Espinoza, en su página 325, textualmente expresa lo siguiente con relación a Pelluhue:

“Pelluhue, lugar de baños, al S. De la bahía de Chanco, a 8 kms. al N. De Curanipe y 36 de la ciudad de Cauquenes, abundante en excelentes mariscos, sobre todo choros, que pueden competir con los famosos de la Quiriquina. Su etimología concuerda con el nombre y abundancia de este marisco. Viene de pellu, choro (mytili choru) y de hue, regió o lugar: lugar de choros.

Se proyecta prologar el ferrocarril de Cauquenes a la caleta de Pelluhue”.

Leyenda de la Laguna del Name



Se cuenta que por allá por los años de los 1460, el poderoso Inca Tupac Yupanqui envió a Chile a un gran ejército a conquistar estas regiones; sin mayores contratiempos avanzaron hasta llegar al valle de Coquimbo. Veinticinco años después su hijo Huaina Cápac avanzó con el suyo hasta cruzar el río Maule y cuyas estas tierras eran gobernadas por orgullosos caciques que no rendían vasallaje a nadie más que a ellos mismos; sufriendo en su empeño una gran derrota lo que determinó que su frontera sólo pudiera ser al lado norte de este río

Entre estos grandes bravos estaba Epulman. Tenían sus viviendas él y su gente, instaladas en la cúspide del cerro del Name. Cuetan que al tener noticias de la presencia de los imperiales ejércitos enemigos, ordenó a los suyos salir sin tardanza a combatir, yendo raudos éstos obedeciendo sus órdenes, con el sin temor y decisión propias de los de su raza.

Entre los muchos jefes de la gente india congregada, recibió el principal apoyo y colaboración de Maunmilla, joven y valiente cacique, quien recientemente se había comprometido a casarse con su hija amada, la que llevaba por nombre Huaglencó.

Huaglencó se sintió muy feliz de que Maunmilla participase en la contienda; pero solicitó a su padre le permitiese acompañarlo a la batalla, como uno más de sus guerreros.

Así sucedió. Epulman y los suyos se lanzaron ferozmente en contra de los invasores y entre los más osados combatientes, se destacaba Huaglencó. Sus flechas siempre daban en el blanco elegido y causaron muchas bajas entre el enemigo. Lamentablemente, sin ella darse cuenta fue rodeada por las huestes contrarias siendo así hecha prisionera. Al enterarse, Maunmilla corrió a rescatarla; sin importarle el peligro atravesó el campo raudamente hasta donde se encontraba su amada; pero en el intento fue herido mortalmente.

Pese a esto los restantes caciques y sus bravos continuaron la lucha sin desfallecer durante el resto del día y finalmente las huestes del Inca fueron completamente derrotadas. Huyeron entonces los guerreros invasores desordenadamente, lo que permitió en su descuido que Huaglencó aprovechando la confusión de sus captores, lograra huir hasta retornar sana y salva donde se encontraba su padre efectuando el recuento de la batalla.

Inmensa fue la pena para Huaglencó al ser informada que su prometido había sido muerto por tratar de defenderla. Huaglencó hizo recoger el cuerpo de Maunmilla y lo sepultó en la más alta cima del cerro. Lloró allí inconsolablemente por un día, por dos, pasaron las semanas y los años y ella seguía llorando. Fue tal su pena y las lágrimas derramadas que de a pocos se formó con ellas una gran laguna a la que la gente de su pueblo llamó “Laguna de las Lágrimas”.

Un día en que el gran Epulman salió a visitar sus tierras y dominios, a su regreso se encontró con la triste noticia que su hija Huaglencó había desaparecido de las orillas de la laguna. La hizo buscar por todos lados, por los cerros y quebradas y aún más allá en todos los lugares sin lograr encontrarla, siendo tal su pena y el tormento por la ausencia de su hija que Epulman fue falleciendo en corto tiempo.

Algunos años después de haber sucedido estos hechos, se divulgó entre la gente el rumor que en ciertas noches de luna, se observaba a orillas de la laguna a una bellísima sirena que acomodaba sus cabellos con peineta de oro, agregando en su narración que al llegar los primeros rayos del sol, la sirena se hundía rápidamente en el agua.

Uno de los grandes terremotos que asolaron la región hizo desaparecer a la laguna del Name y a su sirena que no sería otra mas que Huaglencó.

La leyenda del barco “John Elder”




Esta leyenda tiene como base un hecho histórico que se encuentra registrado en textos y documentos oficiales y el que ha sido difundido y comentado más de una vez en diarios y revistas de circulación nacional.

Señalaremos al respecto que, en la página 148 del “Diccionario Geográfico de Chile”, edición del año de 1924, al hacer referencia a la zona del Cabo Carranza, se expresa lo siguiente:

“Es arenoso, ligeramente quebrado, de 35 metros de altura y formado por las puntas de “Santa Ana” al norte y “La Vieja” al sur; proyecta en el mar numerosas rocas y piedras ahogadas, hasta cerca de 2 kilómetros hacia fuera, en las que naufragó el vapor de guerra “Cazador”, en la noche del 30 de enero de 1850 y el vapor “John Elder”, el 16 de enero de 1892”.

El cargamento del “John Elder” ocasionó desde la fecha misma de su hundimiento intensas polémicas y disputas, en las que se vio envuelto incluso el presidente de la República de la época, S. E. Don Jorge Montt, quien con fecha 19 de julio de 1892, dictaba el siguiente decreto a través de su ministro del Interior.

“República de Chile
Ministerio del Interior No. 1102
Santiago, 19 de julio de 1892

S.E. decretó hoy lo siguiente:

No. 2722. He acordado decreto: Mientras se adopta una resolución definitiva sobre el acuerdo tomado por la Junta de Beneficencia de Constitución para ceder los restos del vapor “John Elder” y su cargamento suspéndase los efectos del mencionado acuerdo.

Anótese y comuníquese.

Montt/Barros Luco

Lo transcribo a Uds. Para los fines consiguientes.

Dios guíe a Us.“

Refiriéndonos ahora a la leyenda, relata ésta que, en las playas de Loanco naufragó el barco “John Elder” con valioso cargamento de barras de oro.

Hombres de mar y buzos han tratado infructuosamente de extraer dichas barras, pero todo les ha resultado inútil porque fuerzas misteriosas impiden acercarse al lugar.

Cada vez que alguien ha intentado el rescate, la calma del océano se transforma en furia.

Según cuenta la gente, todo se debe a que un monstruo marino de muchos brazos, de grandes ojos y de mandíbulas de acero, agitando las aguas con sus tentáculos produce tan grande conmoción, pues permanece vigilante cuidando celosamente el tesoro sumergido para entregarlo algún día a quien por sus merecimientos será su legítimo dueño.

Cuando sea éste quien emprenda el rescate del tesoro, el pulpo habrá cumplido su labor guardián pudiendo entonces descansar e internándose en el mar entonces morirá.

El Repatriado


Alguna de las más sabrosas anécdotas que hemos conocido en relación a la condición de pate´perro de los cauqueninos es la que se relata en un artículo aparecido en la página B2 del diario La Tercera, correspondiente a la edición dominical de uno de sus números de por allá los años cincuenta y la que gentilmente nos regaló nuestro coterráneo y amigo Marcos Campos Gavilán que también digámoslo, es un “loco” enamorado de la historia cauquenina.

Textualmente se relata lo siguiente:

“Huellas chilenas en América”, es el título principal, con el agregado: “Cuando el andariego se detiene” (por Manuel Amaro).

“Esto que sucedió lo cuenta Enrique Cobo del Campo, quien se desempeñara veinte años atrás en el cargo de cónsul de Chile en Oruro. La policía local le avisó un día que estaba detenido un chileno sin documentación. No podía justificar éste su presencia en Bolivia y a todas luces había cruzado la frontera ilegalmente.

El cónsul concurrió a la comisaría e interrogó al compatriota. Se llamaba el hombre Juan Segundo Rogelio Gallo Duarte -“Nunca olvidaré ese nombre”, intercala Enrique Cobo –“y que era oriundo de Cauquenes”. Como el funcionario chileno conocía bien esa región, le fue fácil comprobar la veracidad de aquel origen, pese a la ausencia de papeles que lo confirmaran. Además, como elementos de prueba indiscutible, el preso exhibía su acento y facha. Parecía un roble pellín maulino que se hubiera echado a caminar. Tirillento pero bien plantado y tranquilo.

¿Para dónde ibas?”, le preguntó el cónsul. “Pa´las minas mi consulado”, fue la respuesta. “¿Cómo llegaste?.”- “Caminando” –contestó.

Todo su equipaje era una botella que alguna vez debió contener vino y ahora le servía de cantimplora. Como había perdido el corcho, la llevaba colgada de un dedo introducido en el gollete.

“Bueno, aquí se acabó tu viaje. Te voy a devolver a Chile. Para otra vez tienes que traer tu documentación en orden”.

“Ta´bien mi consulado; pero ¿no podría repatriarme p´al Perú, más mejor?”

Por cierto que fue en dirección a Antofagasta hacia donde partió esa misma noche –después de comer en la casa del cónsul- con el beneplácito policial correspondiente. Fue embarcado en la combinación ferroviaria internacional, custodiado y consignado a los carabineros de Ollagüe. Llevaba en sus bolsillos los pesos que generoso y comprensivo le dio don Enrique Cobo del Campo de su propio peculio.

Dos meses más tarde, Juan Segundo Rogelio Gallo Duarte, el cauquenino, estaba nuevamente detenido en Oruro en idénticas circunstancias.

Se repitió todo lo relatado y Cobo del Campo volvió a repatriarlo en el tren a Antofagasta, con una admonición más seca; pero suavizada asimismo con una cena y unos cuantos pesos.

Cuando por tercera vez, después de algunas semanas, tuvo que enfrentarse con el mismo y porfiado violador de fronteras en la comisaría de Oruro, el cónsul explotó: “¡Esto es el colmo y la última vez que te voy a repatriar. Si llegas de nuevo, te dejo secar en la cárcel!”

“¿Y no podría repatriarme p´al Perú más mejor, mi consulado?”, insistió nuevamente Gallo Duarte, antes de partir definitivamente de Bolivia, ahora sin cena ni auxilios consulares.

Cinco años transcurrieron. Enrique Cobo del Campo pasaba por Lima en algunos de sus traslados funcionarios. Unos compatriotas lo llevaron a un restaurante del Callao “en donde se come macanudo y a la chilena”.

Apenas entró al local lo atraparon unos brazos robustos y una gran sonrisa de oreja a oreja le dio la bienvenida. Los brazos y sonrisas pertenecía al patrón del negocio; era el cauquenino Juan Segundo Rogelio Gallo Duarte, próspero, rozagante y eufórico quien lo palmoteaba y reía, saludándolo con un “Mi consulado ¿no le decía que me repatriara p´al Perú más mejor?”

El Cristo del Espino


Esta no es una leyenda sino que dentro de la historia de los padres Redentoristas de Cauquenes se le considera como un maravilloso milagro que está registrado como tal en los anales de la Congregación.

He aquí el relato que hemos extractado de “Los Redentoristas en Chile”. Cincuenta años de Apostolado 1876-1926.

“A fines de 1835, doña Nicolasa Muñoz poseía el fundo “La Casualidad”, en Hualve, lugar situado al oriente y a tres leguas de Cauquenes. Un día mandó a un sirviente llamado Antonio Lara, a que fuese a cortar un añoso y grueso espino para fabricar con éste un arado. Se ubicaba el árbol a cincuenta metros de la casa patronal; pero he aquí que a cada hachazo que daba, salían del tronco unos como lamentos. Admirado el hombre por tal cosa, lo revisó con cuidado y al no encontrar su origen, fue recorriendo luego los alrededores en demanda del adolorido ser que así se manifestaba, no hallando a nadie, por lo que reanudó su tarea. Por tres veces seguidas y a cada golpe volvió a percibir los mismos ayes, que no podían ser crujidos de la leña. Todo turbado, se fue a dar cuenta del extraño suceso a la señora, la cual, con el mayordomo, se encaminaron a conocer por sus ojos el hecho.

En su presencia, el obrero tornó a hachar y no sólo se dejaron oír los mismos gemidos, sino que del espino comenzó a brotar sangre. Sospechando entonces algún portento, la señora hizo aserrar al árbol por la base y ordenó que lo rajaran con sumo cuidado. A los pocos momentos, apareció la silueta de dos pies humanos y pronto en la parte superior como el molde de una cabeza. Asombrada por tal novedad doña Nicolasa prohibió continuar el trabajo y fue notificando el fenómeno a los religiosos de Santo Domingo. Uno de ellos, el P. Tomenelo fue a examinar prolijamente el tronco y reconoció que encerraba a un Santo Cristo. Sacando luego astilla por astilla, lo dejaron al descubierto: tenía los ojos cerrados y le faltaban las manos. Una vez desprovisto de su envoltorio de madera, lo llevaron a la casa, le esculpieron manos nuevas y la señorita Muñoz le arregló un oratorio y un altar; allí el cura don Rafael Aravena celebró muchas veces la Santa Misa. Poco tiempo después del hallazgo providencial, sobrevino el espantoso terremoto de 1835 y fue entonces hundida la casa del fundo, menos la pieza que servía de capilla al “Cristo del Espino”.


La nueva de esta protección cundió por la comarca y confirmó la procedencia sobrenatural de la imagen; desde entonces, el humilde oratorio se convirtió en un centro de romerías en donde los vecinos cumplían sus mandas y conseguían numerosos favores. Pero, con el tiempo se deterioro la pintura de la Imagen y el párroco resolvió entonces darle refacción. Como era preciso para el efecto llevarla al pueblo de Caracol, el señor cura Aravena reunió a todos los habitantes de los contornos para que los acompañaran procesionalmente. Entonces, el artista Patricio San Juan quiso desclavarla de la cruz, mas a los primeros golpes que dio en los clavos, empezó a correr sangre de las manos y del costado. Lleno de emoción, el cura la recogió con lienzos blancos y los enseñó a la muchedumbre espantada.

Cada paño llevaba tres manchas purpúreas de diez centímetros cuadrados. Como seguía aún esta efusión de líquido; mandó el párroco que todos pidiesen la cesación del prodigio, para que fuese posible retocar la venerada imagen, lo cual se alcanzó de Dios a los pocos minutos. Luego los lienzos quedaron reservados detrás del altar, con el fin de enviarlos al obispo como preciosas reliquias. Más tarde, estuvo uno en poder de una familia de feligreses y el otro fue regalado a un convento de monjas de Concepción.

De doña Nicolasa se dice que murió a la edad de 110 años, dejando su hacienda a don Sebastián Villalobos. Éste a su vez legó a su hermano Bartolomé la maravillosa imagen y el fundador de la Casa de Ejercicios la trasladó a la capilla de san Ignacio. En el trayecto y a medida que avanzaban los portadores del crucifijo, se volvía éste más y más pesado. Lo acomodaron frente al púlpito y los ejercitantes, que conocían todos su historia, hallaban siempre a sus pies el dolor de los pecados y la confianza en el perdón.

Cuando el 24 de septiembre de 1899 la Comunidad de los Redentoristas inició su labor espiritual en la Iglesia de san Alfonso, el Cristo del Espino fue llevado hasta allí y actualmente su imagen se sigue venerando con gran devoción.
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Los brujos de Chovellén y otros temas afines

Dibujo de Alonso Letelier
No es tarea fácil reunir en apretada síntesis la infinidad de versiones orales que existe sobre los famosos brujos de Chovellén que nada tienen que envidiarle a los de Salamanca, de Talagante o Vichuquén.

Además de dialogar personamente con muchos de los antiguos “oriundos” de Chovellén y sus alrededores, nos entrevistamos también con cuanto profesor alguna vez trabajó en esos lares. De todos los entrevistados y consultados, recibimos informaciones y explicaciones muy significativas sobre los brujos del pasado y también del presente.

Lamentablemente –y no es por temor a recibir la carga de algún maleficio sino porque hay muchos descendientes directos de aquellos connotados brujos del ayer que para no herir
susceptibilidades, hemos estimado que mejor es, dejar en suspenso las individualizaciones e identidades.

Lo que sí, no podemos dejar de estampar es que la “autoridad” en el tema que nos impuso de la leyenda –categóricamente lo señalamos- tiene a más de un antepasado que alguna vez dirigió el lote de los integrantes de la “comunidad” que sagradamente, todos los días martes, a las doce en punto de la noche, con sus cuerpos descabezados aparentando profundo sueño en sus lechos, convertidos en “tué-tué”, salían y lo siguen haciendo, en ordenadas caravanas, a recorrer los nocturnos territorios de prácticamente todas las localidades de la antigua provincia de Maule, ya sea para cumplir encargos, a veces malignos; como para reunirse o intercambiar experiencias con sus otros colegas, o para sacar y curar males hechos por la competencia.

El origen de los brujos de Chovellén, parte con el casamiento desdichado y lamentable de un modesto hombre del lugar, que algunos afirman era de apellido Leal, otros Hernández y no faltan los que lo identifican como Vega.

Ganaba éste su existencia con la actividad hortícola. Las más lindas lechugas y otras muchas verduras eran cultivadas en su admirada huerta. Solamente desentonaban las escuálidas y siempre pequeñas cebollas, que precisamente por el interés de obtener buenas semillas, estableció contacto con una señora de Loanco que vivía en las cercanías de una inmensa roca, llamada justamente hasta hoy como la “Piedra de la Vieja”.

De tantas visitas en pos de las semillas de las más grandes cebollas que se había visto en la zona, la amistad lo llevó al matrimoio, sin sospechar siquiera que era una bruja la dama aquélla.

De ese enlace derivan todos los que han sido y son brujos de Chovellén y los que se esparcieron por otras comarcas y caseríos, ya en las cercanías de la parentela paterna que llegaba incluso hasta Tregualemu, como de la materna allí en Pahuíl, Loanco y Reloca.

Conste y quede "más claro que el agua", que los primitivos brujos de Chovellén no fueron única y exclusivamente”malos”, con dedicación constante a hacer “males”, sino que en gran proporción, fueron expertos y conotados “meicos” y “curanderos” que una y mil veces sanaron y salvaron de la muerte a muchos desahuciados o “descargaron” de espíritus malignos a modestas viviendas campesinas a través de sahumerios y mixturas de hierbas que solamente ellos conocían en cuanto a sus efectos y bondades curativas.
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Hasta pocos años atrás era famosa, admirada y respetada y temida, una de las últimas brujas que públicamente se sabía de tener esa condición. Pero ¡cuidado! Hay muchos otros y otras que mantienen en el más hermético de los secretos esta cualidad brujeril que con sigilo siguen practicando en la actualidad.

A los incrédulos, atrévanse a arengar o a molestar a los siempre vigentes pájaros chonchones o tue-tue con su canto característico rompen el silencio de las noches invernales y también veraniegas.

Los Contra-Brujos

Para contrarrestar los efectos de los brujos, existen muchas recetas, “contra”, las que van desde exclusivas ceremonias u oraciones hasta otros infalibles rituales y elementos que no requieren de mucha diligencia ni intensa búsqueda para detectar en la zona, no solamente en el sector rural sino que también en casas de cultas familias urbanas que con disimulo, claro, han instalado o mantienen elementos anti-brujos. He aquí algunos:

La Ruda: nos acotó no hace mucho una dama cauquenina, "¿No han visto en los jardines de connotadas familias planta de ruda? No se atreven a reconocerlo, pero es un antiguo “contra”, que protege de los efectos o acciones de los brujos".

La Calavera: Si es de caballo muy efectiva y mucho mejor de potro. Los brujos jamás podrían llegar a las moradas en donde se instala este “adorno”, habitualmente en los portones de los patios de las casas patronales, además de las modestas viviendas en los campos de las tres comunas de la provincia de Cauquenes.

"Mi abuela" -nos confidenció una profesora- "Cuando escuchábamos el tué-tué nos decía: “No se preocupen que el “potro” lo ataja”.

La Cruz de Palqui: Tiene que ir atada con hilo de lana de color rojo. Colocada en la parte interior de las puertas de las habitaciones, no hay brujo que pueda llegar hasta los moradores.

Son tantos y tantos los “contra” para anular la acción de los brujos que se podrían completar varias páginas de estas recopilaciones.

Después de todo y como epílogo, afirmemos que personalmente no creemos en brujos, pero por si acaso: “Martes hoy, martes mañana, martes toda la semana”.

¿Usted tampoco cree en los brujos, caray? Cuidado, porque de haberlos, claro que los hay.

Como recomendación final, sobre todo si visita las hermosas playas y parajes del litoral de la provincia de Cauquenes, le recomendamos que lleve siempre su ropa interior puesta al revés, para que en este tema de los brujos “no le entren balas”. Aunque le hacemos la reiterada salvedad que nuestros “brujos” son de los buenos y no de los otros.

Confianza, mucha confianza entonces, cuando visite Loanco, Chanco, Pelluhue o Curanipe, no le van a hacer "Ni chus ni mus". Al contrario, le van a dar protección durante los 12 meses del año.

Si viene una vez, vuelva cuantas veces pueda pues, a visitar estos atrayentes rincones provinciales...
Para actualizar la amistad y los “poderes” de los brujos de Chovellén... amigos y no enemigos.
Canelo, Árbol Sagrado