"Curanipe, navegando en el tiempo"
(El arca maulina del padre Samuel Jofré Rojas)

miércoles, 20 de junio de 2007

El Cristo del Espino


Esta no es una leyenda sino que dentro de la historia de los padres Redentoristas de Cauquenes se le considera como un maravilloso milagro que está registrado como tal en los anales de la Congregación.

He aquí el relato que hemos extractado de “Los Redentoristas en Chile”. Cincuenta años de Apostolado 1876-1926.

“A fines de 1835, doña Nicolasa Muñoz poseía el fundo “La Casualidad”, en Hualve, lugar situado al oriente y a tres leguas de Cauquenes. Un día mandó a un sirviente llamado Antonio Lara, a que fuese a cortar un añoso y grueso espino para fabricar con éste un arado. Se ubicaba el árbol a cincuenta metros de la casa patronal; pero he aquí que a cada hachazo que daba, salían del tronco unos como lamentos. Admirado el hombre por tal cosa, lo revisó con cuidado y al no encontrar su origen, fue recorriendo luego los alrededores en demanda del adolorido ser que así se manifestaba, no hallando a nadie, por lo que reanudó su tarea. Por tres veces seguidas y a cada golpe volvió a percibir los mismos ayes, que no podían ser crujidos de la leña. Todo turbado, se fue a dar cuenta del extraño suceso a la señora, la cual, con el mayordomo, se encaminaron a conocer por sus ojos el hecho.

En su presencia, el obrero tornó a hachar y no sólo se dejaron oír los mismos gemidos, sino que del espino comenzó a brotar sangre. Sospechando entonces algún portento, la señora hizo aserrar al árbol por la base y ordenó que lo rajaran con sumo cuidado. A los pocos momentos, apareció la silueta de dos pies humanos y pronto en la parte superior como el molde de una cabeza. Asombrada por tal novedad doña Nicolasa prohibió continuar el trabajo y fue notificando el fenómeno a los religiosos de Santo Domingo. Uno de ellos, el P. Tomenelo fue a examinar prolijamente el tronco y reconoció que encerraba a un Santo Cristo. Sacando luego astilla por astilla, lo dejaron al descubierto: tenía los ojos cerrados y le faltaban las manos. Una vez desprovisto de su envoltorio de madera, lo llevaron a la casa, le esculpieron manos nuevas y la señorita Muñoz le arregló un oratorio y un altar; allí el cura don Rafael Aravena celebró muchas veces la Santa Misa. Poco tiempo después del hallazgo providencial, sobrevino el espantoso terremoto de 1835 y fue entonces hundida la casa del fundo, menos la pieza que servía de capilla al “Cristo del Espino”.


La nueva de esta protección cundió por la comarca y confirmó la procedencia sobrenatural de la imagen; desde entonces, el humilde oratorio se convirtió en un centro de romerías en donde los vecinos cumplían sus mandas y conseguían numerosos favores. Pero, con el tiempo se deterioro la pintura de la Imagen y el párroco resolvió entonces darle refacción. Como era preciso para el efecto llevarla al pueblo de Caracol, el señor cura Aravena reunió a todos los habitantes de los contornos para que los acompañaran procesionalmente. Entonces, el artista Patricio San Juan quiso desclavarla de la cruz, mas a los primeros golpes que dio en los clavos, empezó a correr sangre de las manos y del costado. Lleno de emoción, el cura la recogió con lienzos blancos y los enseñó a la muchedumbre espantada.

Cada paño llevaba tres manchas purpúreas de diez centímetros cuadrados. Como seguía aún esta efusión de líquido; mandó el párroco que todos pidiesen la cesación del prodigio, para que fuese posible retocar la venerada imagen, lo cual se alcanzó de Dios a los pocos minutos. Luego los lienzos quedaron reservados detrás del altar, con el fin de enviarlos al obispo como preciosas reliquias. Más tarde, estuvo uno en poder de una familia de feligreses y el otro fue regalado a un convento de monjas de Concepción.

De doña Nicolasa se dice que murió a la edad de 110 años, dejando su hacienda a don Sebastián Villalobos. Éste a su vez legó a su hermano Bartolomé la maravillosa imagen y el fundador de la Casa de Ejercicios la trasladó a la capilla de san Ignacio. En el trayecto y a medida que avanzaban los portadores del crucifijo, se volvía éste más y más pesado. Lo acomodaron frente al púlpito y los ejercitantes, que conocían todos su historia, hallaban siempre a sus pies el dolor de los pecados y la confianza en el perdón.

Cuando el 24 de septiembre de 1899 la Comunidad de los Redentoristas inició su labor espiritual en la Iglesia de san Alfonso, el Cristo del Espino fue llevado hasta allí y actualmente su imagen se sigue venerando con gran devoción.
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2 comentarios:

Cristian dijo...

Felicitaciones Sr. Alejandro Medel por su labor de mantener en el tiempo estas historias que a más de alguién importan, ese es mi caso. Me sorprendió gratamente encontrar su artículo, mi familia es originaria de Hualve y más de alguna vez escuché sobre el Cristo, ahora con su gran aporte tengo más claro que no era sólo una historia casi una leyenda, sino que un hecho que está documentado por los padres Redentoristas.

Muchas gracias.

Cristian Soto

Nancy Soto dijo...

Maravillosa historia. Que grato es ir del mito a la realidad documentada. Un milagro, un hecho incomprensible que data de tantos años y tantas generaciones que la han hecho correr por el tiempo.

Muchas gracias.

Canelo, Árbol Sagrado